lunes, 20 de diciembre de 2010

El Renacimiento de Harlem (V)

Hacia una nueva visión del mundo

La lucha por recuperar el respeto a la raza se lleva a cabo en dos frentes: por un lado, el que podríamos llamar “frente europeo”, ya que el negro siente la necesidad de demostrar al soberbio blanco occidental que todos sus prejuicios raciales carecen de todo fundamento. Por otro lado, aparece un segundo frente quizá mucho más difícil de afrontar: el negro debe tomar conciencia de su valía, debe tener fe en sí mismo y en sus posibilidades para alcanzar sus objetivos. Esto que a priori parece tan sencillo es mucho más complejo, puesto que, como decía Amilcar Cabral, durante el periodo de sometimiento al hombre blanco, éste se encarga de negar la cultura anterior e impone la suya y, con ella, su propia visión del mundo. Desde muy temprano, el negro crece con una heredada visión “blanca” de la realidad, una visión de la que tendrá que zafarse ante de poder dar ningún paso significativo en la mejora de las condiciones de su pueblo.

Así, en el caso del Renacimiento de Harlem, los hijos de los negros importados de África para trabajar en las plantaciones, a pesar de su liberación, han asumido esa concepción “blanca” de sí mismos. Lo primero que hay que hacer, por tanto, es luchar contra esa imagen heredada de uno mismo y forjar la nueva, la del negro que se siente ciudadano, que no necesita la ayuda del blanco condescendiente y no va a obedecer al intolerante. El afroamericano de los años veinte proclama su lugar en la sociedad. Esta concepción heredada aparece también reflejada en la poesía de Hughes, si bien lo hace de una forma paródica y casi humorística. Así, un poema tan sencillo como “Bad man”, que se presenta como un canto resignado a la visión que el sujeto se ha visto obligado a adoptar, en seguida deja entrever una nota de ironía y humor, que resalta la capacidad de resistencia del negro para seguir avanzando hacia una concepción justa de sí mismo:

I'm a bad, bad man

Soy un hombre malo, malo

Cause everybody tells me so.

'Que todo el mundo lo dice.

I'm a bad, bad man.

Soy un hombre malo, malo.

Everybody tells me so.

To' el mundo lo dice.

I takes ma meanness and ma licker

Llevo mi maldá' y mi trago

Everywhere I go.[…]

Do'quiera que voy.[…]

I'm so bad I

Soy tan malo que

Don't even want to be good.

Ni siquiera quiero ser bueno.

So bad, bad, bad I

Tan malo, malo, malo que

Don't even want to be good.

Ni siquiera quiero ser bueno.

I'm goin' to de devil an'

Me vo' al demonio y

I wouldn't go to heaben if I could.

al cielo no irí' aunque pudiér'a.

En el caso de la Negritud, el problema es todavía más complejo puesto que el colonizador, para asegurar su dominio y la paz en su territorio, crea una elite autóctona a la que concede privilegios sobre sus semejantes, dándole cargos en la administración. Esta elite, en poco tiempo se identifica con el colonizador (que en el fondo la respeta tan poco como al resto de los sometidos) y considera inferiores a los miembros de su propia etnia, lo cual lleva a la división entre los propios ciudadanos que más tarde tendrán que luchar por sus derechos. Con el paso del tiempo, las nuevas generaciones de nativos son educadas de acuerdo con el sistema del colonizador, las concepciones, las representaciones del mundo que una cultura construye, construyen a su vez el mundo. Al instaurar esa concepción occidental en las colonias, el colonizado percibe el mundo que le rodea también de acuerdo con dichas coordenadas occidentales. De esta manera, como ejemplifica Franz Fanon en Peau noire, masques blanches, los niños negros leen relatos escritos por blancos para niños blancos, de manera que, al igual que el niño blanco, el niño negro se convierte en sus fantasías en explorador o aventurero y corre peligro de que se lo coma “el negro malo”[1]. Quizá por este motivo para Franz Fanon:

[…] this passionate research [de la propia identidad racial] and this anger are kept up or at least directed by the secret hope of discovering beyond the misery of today, beyond self-contempt, resignation and abjuration, some very beautiful and splendid era whose existence rehabilitates us both in regard to ourselves and in regard to others[2].

Puede concluirse, por tanto, que tanto la literatura del New Negro como la de la Negritud son además de un canto a la raza y una lucha por la liberación y la igualdad, un esfuerzo casi podría decirse que cósmico, puesto que no sólo implica enfrentarse a un opresor externo sino también a uno interior y, por tanto, mucho más difícil de combatir, en tanto que supone un cuestionamiento de todos los principios y fundamentos que han organizado la propia concepción del mundo en busca de unos nuevos principios que sí hagan justicia a la realidad. No seguir siendo, en definitiva, ese bad, bad man del que hablaba Hughes.



[1] Cfr. M. J. Vega, Imperios de papel, op. Cit. P. 50.

[2] F. Fanon, “On National Culture”, en P. Williams y L. Chrisman, Colonial Discourse… op. cit. , p. 37.

No hay comentarios:

Publicar un comentario