viernes, 19 de noviembre de 2010

El niño con el pijama de rayas

Hace tiempo, cuando empezaba a ponerse de moda, alguien me regaló este libro. No lo leí en su momento por falta de tiempo, y no lo leí después porque estaba "demasiado en todas partes", y preferí esperar a que pasara un poco la fiebre de las rayas.

Ayer lo leí.

Me ha costado bastante decidirme a hacer esta actualización. Finalmente, he decidido hacerla porque considero que tengo algo que decir y este espacio para decirlo. Ahora bien, me gustaría advertir que se trata sólo de una opinión, una serie de ideas que fui desarrollando conforme leía el libro y que las planteo de manera absolutamente respetuosa y sin ánimo de ofender a nadie.

Allá va.

Creo que El niño con el pijama de rayas es un relato que responde a un proyecto escrupulosamente concebido: el de crear un superventas.

¿Por qué?

En primer lugar, nos encontramos ante un tema topicalizado: la Segunda Guerra Mundial. Se trata de un tema muy manido hoy en día, pero que cumple un objetivo: apela a la sensibilidad del lector. En la literatura actual de entretenimiento, temas como el misterio y el suspense, eso que llaman "novela histórica" (templarios, monjes de vaya usted a saber dónde o polematizadas obras de arte) y los dramas sentimentaloides son apuestas seguras para lograr la atención del público lector. El niño con el pijama de rayas nos muestra una de estas historias plagadas de sentimentalismo: desde la primera página, cualquiera que haya visto un par de películas sobre nazis sabe por donde van los tiros; nada sorprende, entre otras cosas, porque sobre los horrores de la Segunda Guerra Mundial ya poco queda que decir.

En segundo lugar me gustaría comentar el punto de vista narrativo: la perspectiva escogida por el autor es la mirada de un niño de nueve años, hijo de un comandante nazi, que observa sin comprender la realidad que le rodea. Al encontrarse con semejante protagonista, cualquiera esperaría una especie de Bildungsroman o "novela de aprendizaje". Para nada. Durante la lectura apenas pasa un año, mientras que la novela de aprendizaje suele abarcar desde la niñez hasta la madurez o, al menos, hasta la juventud. Sin embargo, existen novelas que constituyen una Bildungsroman en las que no se abarcan tantos años, pero sí se da lo fundamental: la evolución del personaje, su aprendizaje; vemos como el personaje va madurando, empieza a comprender el mundo que le rodea y sus acciones (y, por tanto, el desarrollo de la novela) están motivadas por su nueva manera de entender el mundo, de entender a las personas e incluso de entenderse a sí mismo. Nada de esto le sucede a Bruno (el niño protagonista) que comprende lo mismo al principio que al final de la novela: nada. Curioso, ya que vive junto al campo de concentración de Auschwitz e incluso traba amistad con un niño judío que vive dentro... era como para sospechar algo y, desde luego, como para preguntar más.

En tercer lugar, y aunque no he leído el orginal sino la traducción al español, creo que la técnica es pobre, pretendidamente sencilla y excesivamente inocente. En algunas ocasiones, más que 9 años, da la impresión de que Bruno tiene unos 5 o 6 como mucho. Hay detalles que chirrían demasiado, como por ejemplo el hecho de que Bruno, después de que le afeiten la cabeza por tener piojos, piense que todos los que están "tras la alambrada" deben de haber tenido piojos... vale como razonamiento de un niño, podría pasar por razonamiento de un niño de 9 años, pero no por el razonamiento de un niño de 9 años que lleva un año viendo gente con la cabeza rapada; al menos para mi gusto, el detalle queda demasiado forzado, como si Boyne quisiera decir al lector: "¡eh, recuerda que es un niño, pobrecito, no entiende nada!". Por otro lado, predomina en la novela el diálogo, y adquiere especial relevancia el sostenido entre Bruno y Shmuel (su amigo judío). Este recurso, que bien empleado podría haber dado excelentes resultados, termina cansando: no hay evolución, Bruno no cambia su punto de vista, no reacciona ante lo que ve, no entiende más al final que al principio (después de un año hablando todas las tardes con un niño judío internado en un campo de concentración). Desde mi punto de vista, estos diálogos, más trabajados, hubieran podido darle a la novela ese carácter de "aprendizaje" que no logra en ningún momento.

Recapitulo: un tema conocido y sentimentalmente atractivo para el lector, presentado a través del punto de vista narrativo de un niño pequeño, lo que permite una técnica extremadamente sencilla, que contribuye a transmitir la historia, pese al tema tratado, de manera muy amable, descafeinada, sin ánimo de perturbar al lector. En fin: tema conocido y sentimental, técnica sencilla, y anécdota descafeinada, junto con la brevedad de la obra (se lee en un par de horas) dan como resultado una obra fácil de leer y muy asequible para el público general. Un superventas. Un best-seller. Y lo que es más: breve, sencilla, dialogada y sentimental son (curiosamente) las características idóneas para que de ahí salga una película. Negocio redondo.

Quizá las intenciones de John Boyne eran de lo más honestas y simplemente, inconscientemente, construyó un producto que se vendería bien. Desde luego, la idea no es mala, y si hubiera prescindido de tópicos (como el niño que quiere a su criada o el cambio de ropa para simbolizar lo absurdo del racismo, entre otros), si hubiera ayudado al personaje a evolucionar, a conocer el mundo que le rodea, a sentir lo que está viviendo e incluso a revelarse contra ello, probablemente habría logrado una interesante novela donde el aprendizaje de Bruno hubiera sido un poco el de cada lector. Sin embargo, por todo lo que he comentado, la novela se queda ahí, en el sentimentalismo y la historia fácil, no aporta nada nuevo: todos sabemos lo malo que fue el nazismo y las barbaridades que se llevaron a cabo, y esta novela lo único que hace es volver a mostrarlas. Ni siquiera el brillante final de la obra, magnífico, original y muy, muy logrado con una técnica que consigue plasmar (ahora sí) el acontecimiento que describe, ni siquiera con este final, digo, consigue que algo se revuelva, o se active, en la mente del lector. No trasciende.

El niño con el pijama de rayas es a mi juicio un producto literario más, intrascendente y pasajero, que dentro de 5 años no se venderá, dentro de 15 estará descatalogado y dentro de 20 habrá quedado en el olvido, sepultado por otros tantos como él: sentimentales, amables, efímeros.

5 comentarios:

  1. Jo jo jo, estoy deseando que comente alguien a quien le haya encantado el libro.

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  3. Joder, Carlos Boyero a tu lado es un aficionado, jejeje.
    Al menos me alegra saber que te "gustó" el final (porque es tan horrible que gustar no sé si es la palabra). Desde luego a mí, aunque apele al sentimentalismo y a un tema ya requetemanido, ni me espantó ni me disgutó (y eso que también tuve muchos reparos a la hora de leerlo). No está en mi Top 10, ni lo considero una obra maestra, pero tampoco lo tengo en la lista de "fracasos" o "desastres".

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  4. Yo sin embargo me lo leí pensando que iba a gustarme, precisamente porque quien me lo regaló y yo solemos tener gustos muy parecidos... pero conforme lo leía... nu sep, fue la sensación que me dio. Como digo al principio, es solo mi opinión y sin ánimo de ofender :)

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  5. En realidad se supone que no es un libro como para pasar a la Hitoria de la literatura, sino sólo para "devorar" como digo yo. Ya sabes, para leerlo durante una tarde, dejarte con mejor o peor sabor de boca y ponerlo en la estantería, probablemente para no volver a cogerlo jamás.

    Últimamanete apenas leo, pero siempre he tenido que leer por necesidad... yo no puedo dormir si antes no leo un rato, así que no siempre voy a estar leyendo grandes obras de la literatura, libros como éste son para aligerar el peso de los pensamientos. Yo sí voy a leer la versión original (cosas de la Escuela de idiomas, ya sabes, era eso o un libro adaptado a estudiantes) y creo que no me va a desagradar del todo. Eso sí, lo leeré en el autobús, lo terminaré, lo dejaré en el estante (si no lo acabo bajando a la casa de campo por falta de espacio) y nunca más se supo. Creo que le pedías demasiado a una lectura como ésta.

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